por la carretera

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Instagram: @alexandersorel

viernes, 28 de noviembre de 2014

La Isla del Sol, un inesperado locus amoenus

Mucho me hablaron de la Isla del Sol y sus maravillas. Tenían razón. Contra todo pronóstico, tenían razón.

La llegada a Copacabana fue caótica, una gran zambullida a un inmenso mar de turistas; definitivamente el lugar en Bolivia con más turistas por metro cuadrado. Decenas de empresas ofrecen todo tipo de tours, incluyendo la gran atracción del lugar: la Isla del Sol. Nuestro cuerpo se crispa instantáneamente ante la inminente llegada a una "atracción-mall". Pero nos embarcamos (con las bicicletas amarradas como mascarón de proa).

Y ¡paf!

La Isla del Sol parece lo que es: una isla. Un mundo paralelo detenido en el tiempo. Sin calles ni motores, solo remos, burros y ovejas... se respira calma, amistad, familia, vida...

Aunque diariamente desembarcan hordas de turistas, esa gran masa solo pasa dos veces al día, y se va tan rápido como llega. Pero lo bello de la isla, más que su geografía, son sus habitantes. Está administrada por tres comunidades, quienes cobran un total de 30 bolivianos por recorrerla, bajo éste cartel:




VIDA

Freddy nació en la isla y hoy forma parte de las autoridades de la comunidad. Hace 15 años, no existía esta explosión de turismo: vivía de la pesca. Bajó la pesca, llegó el turismo y tuvo que reinventarse; necesitaba dinero, por lo que tuvo que salir de la isla en busca de trabajo para tener capital. Volvió y en dos años de trabajo junto con su familia (hermanos, hijos, todos), logró edificar un sencillo hostal.

En la isla se vive de la agricultura, la pesca y las divisas que deja la gran afluencia turística. Freddy vive tranquilo, siempre ocupado, siempre haciendo algo, pero siempre con calma, siempre deteniéndose a cruzar un par de palabras, un saludo. Siempre sonriente, al igual que su hermano César, quién le dio una mano para levantar el hostal, y a quién ahora Freddy ayuda de la misma forma.



Atardece. Yo metido en las aguas del Titicaca hasta las rodillas, sintiendo el frescor de las aguas y la calidez del sol, veo como los cuatro hijos de Freddy juegan en el bote pesquero. Juegan a pescar... y pescan ¡Y mucho! "¡Ya, paren de sacar tanto pez!" Grita Freddy desde la orilla.

Unas niñas, de tal vez once o doce años, acarrean unos burros por el serpenteante sendero que lleva al puerto sur de la isla. Van riendo. Van saltando. Van jugando. Van trabajando. Van viviendo.

Unos niños juegan en la calle. Al pasar nosotros "¡Vengan esos cinco!" exclaman... para chocar nuestras manos y seguir su juego.

¡Foto, yo quiero una!- Gritó 






domingo, 23 de noviembre de 2014

Atracciones-mall

La Ruta de la Muerte, Bolivia, es una atracción-mall. Cientos de compañías de turismo te dan una polera de "Sobreviví a la carretera de la muerte" cuando terminas el recorrido -claro, el precio está inlcuído en el paquete turístico. 

La "ruta más peligrosa del mundo" es, en realidad, hoy por hoy, tremendamente segura. 

Y es hermosa, por lo demás.

Mapa-entrada del circuito

No quise pagar demás, asi que no contraté a nadie. Simplemente tomé mi bicicleta y fui. El camino parecía cicletada. Se podían distinguir los "teams" de turistas en bicicleta por el diseño y color de las chaquetas. O por los cascos de "downhill" -tremendamente innecesarios. Me recordó cuando fui a Las Torres del Paine. Era como recorrer los pasillos de un mall en horario alto, pero con vista linda, y con la redcompra siempre funcionando. Y claro, qué cantidad de plata que te chupan en las Torres del Paine. Al final de la Ruta de la Muerte, había un "check point turista". Un peaje de 25 bs para los turistas. Junto a él, baños y un letrero que explicaba que el dinero cobrado se utiliza para mantener la ruta y para mejorar las condiciones de los habitantes del lugar. Una suma aceptable, unos 4 dólares por un recorrido de 4 horas. 

Pero ¿Cuánto sale ir a las Torres del Paine? No solo hay que pagar entrada, sino que campings privados que te salen un ojo de la cara. Está bien, hay mantenimiento y etc., pero ¿Para quién va la plata? 

No se puede hacer nada en contra de las atracciones-mall. Al fin y al cabo, el turismo es un negocio. Solo me da rabia que una vez más, en mi país, los privados se aprovechen de eso. Hijos de puta. Por último que el parque entero sea de la CONAF. No es la mejor organiación del mundo, pero es infinitamente mejor a que sea un negocio para unos pocos que terminan privando de la oportunidad de ir a quien no tiene la plata para pagar 4 mil pesos diarios por una semana de trekking.

lunes, 17 de noviembre de 2014

The Motto


We eat hills for breakfast
The wind for lunch
We dine on lofty peaks
We drink the nectar from the clouds
We let nothing stop us!


-¡Voh dale, pedaléa!-

viernes, 14 de noviembre de 2014

La Foto (y el pudor)

Como retroceder a épocas originarias, ancestrales. Ese culto ritual que me parece tan extraño, tan de los libros de Historia... o mitología. El tío de la mina y los mineros ofreciendo coca y tabaco al diablo; la adoración -y el temor- a las imágenes. Mejor no aparecer en fotos. La imagen se puede volver en tu contra, cual vodoo.

Llegamos a este pueblo tras dos días de escalada. Como bichos raros, como pintorescos marcianos, hordas de niños se acercan a observar nuestros casas de plástico y aluminio. Catalina prepara el café rodeada de una docena de pequeños. Saco la cámara para registrar el momento y los niños huyen de ella al momento. Pero la cámara es más rápida, ya es demasiado tarde para evitar la foto. "Mostrála", me dice una niña, y lo hago. "Ahora borrala". Lo hago.

Igual quedó una que no se borró por ahí

Conversamos mientras preparamos el campamento. Les pido una foto de recuerdo, pero se niegan. Les digo que se las mandaré, que la podrán ver en internet, pero no saben nada de mails ni de facebook. De entre ellos, Willy algo sabe: su nuevo celular tiene facebook. Le interesa la idea de, como él mismo me dice, "poder investigarse en internet". Willy y Fidel se ponen frente a La Poderosa (esa flaca en la foto) y el resto de los niños se aparta, casi asustados del atrevimiento de sus amigos.

La foto parece sacada de otra época, con esa mirada de no saber qué hacer frente al lente. Me gusta.

Gracias Fidel.
Gracias Willy: Espero que te encuentres en la red.

-¡Voh dale, pedaléa!-

Qué pintoresco...

Estamos en una pieza debajo de las gradas de un estadio de pasto sintético. No hay techo, ya que éste son las mismas gradas escalonadas, que dejan pasar la luz como ventanas. Desde aquel palco, una docena de niños nos miran como si fuera un reality show, mientras tomamos mate y escuchamos Bob Marley con el celular. Los niños miran, hablan entre ellos, comentan lo que hacemos, nos gritan cosas y nos tiran piedrecillas... somos como monitos en una jaula. 

Y es que los extraños somos nosotros. Los pintorescos. Los exóticos. Extraterrestres con extraños trajes y naves espaciales (y claro, ni en casa me sentí muy normal con tricota). No nos sacan fotos, pero nos observan por horas -horas, literalmente- como para capturar para siempre la imagen... o tal vez simplemente porque no tienen nada mejor que hacer.

El techo del cuarto, cual butaca de cine... o de zoológico

-¡Voh dale, pedaléa!-