por la carretera

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Instagram: @alexandersorel

domingo, 14 de junio de 2015

Recuerdos de una rutina



No me quejo; fui feliz. No lo dejé por insatisfacción. Al contrario, lo dejé porque estaba muy cómodo; demasiado. Pero me gustaba. Y claro, si hacía lo que me gusta: los colegas, el aula, los alumnos. Hasta tenía mi propia sala y escritorio. 

Tenía mis ritos, mi rutina. 
Amaba mi rutina.

Despertarse de madrugada para pedalear al trabajo y llegar a nadar antes de entrar al departamento de Castellano y encender la cafetera que el jefe había donado hace años, pero que había estado olvidada en un mueble hasta que la revivimos... ¡Ah! ¿Cómo puede comenzar mal una mañana con ese olor a café?

Todas las mañanas hacía la misma ruta en bicicleta. Todas las mañanas un contra-reloj contra el Sebastián de la mañana anterior. Nunca escucho música cuando pedaleo: me gusta tener todos mis sentidos atentos... pero esas solitarias calles de Santiago a las seis de la mañana tenían su banda sonora. Escuchaba siempre el mismo disco, el Cripta y Vida de Pedro Piedra. Ponía play siempre en el mismo lugar y avanzaba conmigo: cada esquina tenía su tema, su verso, su ritmo.

No escuchaba ese disco hace un tiempo. Hace unos días lo escuché mientras pedaleaba saliendo de Canoa (Ecuador). Waaaaa, qué viaje. Fue como volver de golpe a las calles de Santiago. Hasta sentí el olor del colegio. Uf. Fue extraño, pero sentí una tibieza, un calorcito, ese "sentirse en casa". 

Y es que eso es el hogar, el rito; un olor, un sabor, una rutina... y puta que es bakán cuando te gusta...

Si hasta la Cooper tenía su espacio en aquel Departamento de Castellano, 
entre diccionarios y libros de Lenguaje y Comunicación... 
Se la quedó un colega, del mismo colegio ¿Seguirá recorriendo esas calles?

-¡Voh dale, pedaléa!-