La cuesta es más que una parte del camino: es ESA parte del camino. Te espera, la esperas. Miras el mapa, con esa linea roja y recta que en un momento parece estrellarse con un muro y comprimirse, convirtiéndose en una suerte de serpiente que te espera ahí, inmutable.
Y entonces vas, te encaminas, pedaleas. Atraviesas la carretera subiendo y bajando, pero sabiendo que la llegada a ese muro es inminente... hasta que aparece. Y te sientas, te detienes... contemplas ese zig-zag que raja la montaña; esos cortes transversales que dejan al aire las entrañas de la tierra para imprimir en ella el pavimento.
Respiras hondo, y entras...
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