Nunca
había mirado de esta forma el clásico “producto de la zona”. Ese precario
puestito de madera, a veces solo un cajoncillo, que ofrece lo que ESE lugar
tiene para darte. Te habla de una forma de vida, de un tipo de gente, de
espacio, de costumbres.
Darse
cuenta que cambiaste de zona no por un letrero, sino porque los puestitos pasan de vender miel y
flores a vender mandarinas y plátanos. Detenerse no a sacar una postal, sino un sabor de cada kilómetro.
Llegar
al peaje y que las cholitas vendan pescado frito es lo que necesitas para saber
que te estás acercando a un río. Unos kilómetros más allá no es pescado, sino
cañas de azúcar en trocitos; más allá plátano frito: ya estamos en la zona
tropical.
El
saber/sabor
devorarse
la ruta
con piernas, ojos y
lengua
-¡Voh dale, pedaléa!-
No hay comentarios:
Publicar un comentario